samedi 26 juillet 2008

Atípica soledad


Restregó la palma exterior de su mano contra sus mejillas tratando de limpiar el rastro de las tantas lágrimas que segundo a segundo iban cayendo aquella noche, devorando el tiempo. Sentía el frío de las rocas debajo de su cuerpo, como se clavaba la superficie uniforme, pero todo eso no le traía dolor, la única dolencia que tenía era algo más interior, más profunda, un recuerdo que la mataba poco a poco.

- Tú, tú…- susurraba flojo, para que luego las palabras volaran y se entremezclaran en las corrientes de aire frío que cortaban su cara como cuchillas.-…solo tú.

Buscaba en vano el calor entre sus manos, fregándolas una contra la otra, con la esperanza de que naciera en ese acto algún bienestar en el que pudiese refugiarse. Luego golpeaba repetidas veces el suelo, alguna piedra, el tronco de un árbol o aquello que encontrara a mano hasta que de sus nudillos goteaba sangre. Cambiaba el odio por el amor frustrado y lloraba un rato más, seguidamente se quedaba quieta y decantando por la tristeza anhelaba con fuerza unos abrazos, unos besos, unas miradas. Cosas que ciertamente sabía, no volverían, pero no quería ver la realidad por ser de tan alto orgullo y se tragaba la verdad, inundándose de la más falsa mentira: “quizás mañana, quizás mañana si yo sigo aquí, volverá”. Pero esperando a la persona que en el corazón de la muchacha sembró el más intenso dolor, esta desvaneció en la más negra penumbra.

Aucun commentaire: