dimanche 31 août 2008
Te vas
samedi 23 août 2008
Muñeca de cristal, destino fatal
Tus pies avanzan firmes ante tanto derroche innato,
El veneno puro que hay en tus lágrimas acude sumiso,
en la llamada de tus sedientos labios, suave narciso.
Avanzas poco a poco por la escala de la guillotina,
Aires de superioridad, el temor arde por dentro,
El metal abraza con violencia tu cetrina piel, fina,
Y como la miel, tus labios dulces articulan un adiós.
Nadie llora tu difunto cuerpo que en tierra yace,
Sumergido en capas de barro bajo el terco suelo,
En mi cajón quedarán poemas, versos de hace tiempo,
Donde se hallaba la luz de tus ojos reside un negro velo.
...
vendredi 22 août 2008
Cuando
Una de mis manos golpeó a la mesa, provocándome un golpe que evolucionaría en un feo hematoma. Rabia, el sentimiento opuesto a la esperanza que, estando tu a mi lado, me invadía entregándome la paz en noche y día.
“Cuando recuerde que me enseñaste a amar, pero jamás a olvidar”
Las lágrimas brotaban de mis ojos como fuentes de agua pura, que resbalaban por mis mejillas y rozaban las comisuras de mis labios, sedientos de dolor. Buscaba esquinas en las que acurrucarme y probar la relajación, las manos, apoyadas en mis rodillas, temblaban con temor por el frío de la desesperanza. Y del sueño del tenerlo todo, me ha quedado más bien nada.
“Cuando por mi mente pasen tantos bellos momentos”
Me abatí contra un cristal y cuando quise ver mi reacción involuntaria ya era demasiado tarde, los nudillos habían traspasado el vidrio de la vitrina y fragmentos incoloros de este se habían adherido a mi piel, rasgándola con furia y haciendo que un líquido rojizo-oscuro acudiese a la abertura para, en vano, obstruirla y regenerar la piel.
“Cuando me dé cuenta que ya no estás aquí y todo haya perdido su valor”
Mi cara se inundaba en agua salada mientras tiritaba por el frío que la tormenta exterior hacía entrar a la habitación por el ventanal, respiré hondo e intenté tranquilizarme pero no se bien si en aquellos momentos me conquistó la locura o quizás el amor degeneró en algo violento pero dejé de querer caminar, de tener el privilegio de hablar o de vivir, y solo en ese momento, quise morir.
“Cuando intente matarme, y el puñal acierte diana”
Corrí hacia el baño y me abalancé contra la estantería, palpé con ansias hasta encontrar unas cuantas cuchillas oxidadas, las mismas que tú utilizabas cuando aquí residías, las acerco a mis muñecas y disfruto del contacto escalofriante que producen en mí, acaricio mi piel con ellas, formando pequeños cortes que apenas llaman al líquido. Con la decisión tomada y cogida de la mano a la añoranza aprieto con fuerza y la sangre se escapa de las venas, corriendo en libertad por mi brazo que poco a poco dejo de sentir. Todo se vuelve borroso y confuso, todo desaparece ante un velo negro y vuelve a aparecer minutos después, con otra vista, con otro ser. Me visualizo estirada, pálida y muerta, me miro al espejo y no encuentro reflejo. Que gran gracia la de ser ángel.
“Y por si algún día me recuerdas, entre los blancos almohadones del cielo, yo te esperaré”
jeudi 21 août 2008
dimanche 17 août 2008
Todo por un desconocido
El típico malestar que me invadía siempre que estaba presente en una discoteca empezaba a crearse a mí, las luces de neon y la música al máximo volumen empezaron a agobiarme provocándome calores, dudo si estas eran debidas a mi agobio o a la cantidad de alcohol ingerido esa noche. Mire a mi alrededor, mis compañeros bailaban con desenfreno en la pista y poca gente, por no decir nadie, permanecía marginado de la situación, sentado, como estaba yo. En mi expedición visual me paré al reconocer una silueta, Gloria, que ya se había tomado la victoria y jugueteaba con los botones de la camisa de un chico más joven que ella que a la par que hablaba, tartamudeaba de la vergüenza (o de la excitación, quien sabe). Seguí el círculo que dibujaban mis ojos y me encontré cara a cara con un muchacho rubio al que, cuando miré, dio la casualidad que subió la mirada, me ruboricé y bajé la mía con rapidez.
Mientras la atmósfera de malestar seguía extendiéndose a mí alrededor empecé otro cubata que trago tras trago desaparecía como los ya tantos anteriores, me sentía mareada por una mezcla de varias cosas y supuse que el chico rubio lo adivinó en mi expresión porque en menos de 5 minutos estaba apoyado al filo de mi mesa, inclinado hacia mí, hablándome:
- No tienes demasiada buena cara, ¿quieres que te acompañe a fuera? Quizás… un poco de aire…- la petición era muy tentadora y, su voz, muy dulce.
- Eh, claro.- realmente no sabía que contestar, pero acepté, Dios sabe porque.- muchas gracias.
- No se merecen.
Y ofreciéndome el brazo para que me cogiera de el salimos de aquel tugurio ruidoso para encontrarnos con el asfalto, con el aire, con el oxigeno puro, con algo parecido a la libertad. Respiré hondo y empecé a recuperar el color que tanto había empalidecido en el interior del local.
- ¿Te encuentras mejor?-dijo mientras esbozaba una tierna sonrisa.
- Sí, muchas gracias, es que yo no estoy acostumbrada a las...-pero no pude acabar la frase porque me cortó en seco.
- Yo tampoco.
- ¿Has venido por obligación, entonces?
- No, estoy solo. Siempre vengo con la esperanza de que una chica preciosa como tú se sienta mal dentro de la discoteca, la lleve a fuera para que recupere el bienestar en su totalidad y ella, agradecida, acepte darme su número de teléfono.
- ¿Es ahora cuando tengo que ofrecerte el mío?
- Solo si quieres, claro.
- ¿A cuantas chicas tienes en tu lista?- me indignó un poco la idea de ser añadida en una agenda telefónica donde se juntaban un centenar de números, un centenar de nombres, y todos de mujer.
- Te seré sincero.- me alcanzó una agenda que abrí y ante mi sorpresa todas las paginas se encontraban en blanco.- nadie ha demostrado ser tan perfecta como tú lo estás haciendo.
Me ruboricé.
- ¿Tienes un bolígrafo?- al fin pensé que no debía haber ningún mal en que yo le diese mi número y que, incluso, él podría ser algún día en culpable de sacarme de la monotonía.
Me alcanzó una pluma revestida en oro, preferí no preguntar de donde la había sacado para no arrepentirme de darle algún dato personal mío, acabé de escribir y le pasé los dos objetos.
- Muchas gracias…- miró mi nombre en la agenda.-…Analís.
- No se merecen.- miré la hora y creí morir al ver que tenía que irme urgentemente si quería dormir un rato antes de ir a trabajar a la editorial.- ¡me tengo que ir! Perdóname, llego tarde a… ¡a un sitio!
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Quizás escriba más textos que sigan a este si algún día me aburro por casa y no tengo nuevas ideas, espero que os guste.
vendredi 15 août 2008
¿Arte o delito?
Y en el silencio se escuchaba algún rumor pero daba por creído que eran mis propias paranoias. Y entonces:
- ¡¡Quedaros quietos!! ¡¡No os mováis!!- estalló mi peor pesadilla.
Se derrumbaban las esperanzas de poder salir de allí con aires de victoria, sabiendo que habíamos echo mal, pero que no nos habían encontrado.
Acabemos en comisaría.
En el mar que son nuestros rostros se podían observar diferentes expresiones:
En Serot se apreciaba un rostro de completa insuficiencia, se creía Dios, a su manera: ERA Dios, había cometido un delito, lo sabía, y le daba igual, le daba igual lo que pensase su familia (que ya había pasado por situaciones similares con el chico) y quien se pudiese sentir afectado por sus actos. Brazos cruzados y cabeza alta, así se sentía él.
El mayor de todos estaba cabreado con la vida, los planes le habían salido mal y, quizás por primera vez en su vida, había podido ver que la vida no es tan bella como se dice, tiene sus percances y sus caídas, por suerte podemos levantarnos. Pero el no lo veía así. Bronca de su madre y de su padre, un problema más en una familia de poca economía: dinero que pagar.
El pequeño, pero no por ello físicamente menor, estaba preocupado pero expresaba indiferencia, intentaba calmarnos a todos pero le era imposible, cada uno de nosotros éramos un bucle de sentimientos, odio, ira, dolor, tristeza, pena de un alma abatida. Nadie podía pararnos, ni su optimismo, ni sus chistes. Fue quien mejor soportó la situación.
Mi compañera, lloraba desconsolada.
Yo a ratos lloraba, a ratos reía, mi nerviosismo se podía percibir en cada uno de mis movimientos: caminaba por la sala, me mordía los labios, sonreía, gritaba, hablaba desenfrenadamente, me quejaba, maldecía esta puta vida… Me quería morir, escapar, pero a la vez quería seguir viviendo y aprender de este error. Así, así de maníaco-depresiva me sentía yo.
Todo quedo en la advertencia y un "esperad pronto la multa".
Hoy día ha pasado un mes y algunos que otros días, me pensaba que los "mossos" se habían olvidado de nosotros y de aquel día que la secreta nos cogió. Pero me equivocaba, y de bastante. Hoy ha llegado, una carta, y no es la multa directa. Fiscalía (Justicia de BCN) tengo que ir a recoger la maldita notificación a correos y se de sobras lo que es.
Se me avecina un juicio en el que nadie hará caso a mi palabra, solo me queda desear no estar viva para el día en que transcurra.
lundi 4 août 2008
Huellas de sangre
Mi abuela me había hablado de ellos, aun así, jamás creí que fueran tan duros estos momentos. La comida escaseaba y la economía iba de capa-caída, los funerales se incrementaban por desnutrición o efecto de las balas. Tiempos de guerra, peores no se han visto jamás. Tiempos de sufrir, de gritar e intentar huir entre densas masas de metralla. Tiempos donde no hay nada a excepción de la muerte y la pena por la defunción de los seres queridos. Los motivos, dicen, son varios y diferentes, el gobierno ha decidido hacer pública la afirmación de que la única causante es el afán de conquista hacía nuestro país, no me lo creo. Para causa la que tengo yo en mente, la que apoyamos la mayoría que estamos viviendo las bombas a pie de suelo, con la arena de los campos que nos llega hasta los cuellos, el motivo es la política y los conflictos, la venda de armas y demás productos. Lo ocultan, hacen un gran ademán por ocultarlo para salvaguardarse de la culpa. Imbéciles hipócritas. Mi hermana está muerta, mi preciosa hermana de cuatro años, que aun tenía una hermosa vida por delante, pero ellos no lo entienden, ellos no van a pagar el maldito funeral ni van a derramar una lágrima por el triste futuro que le depara a su cadáver: la putrefacción cerca de la trinchera desde donde la han matado. No tenemos dinero ni para una triste rosa marchita, aun menos para una lápida que cree el recuerdo entre sus conocidos y familiares, claro, eso si quedamos algunos, porque morimos tal y como pasan las horas y quien sobrevive un día entero es afortunado de ello.
No dormimos porque no podemos y no lo hacemos exactamente porque el ruido no nos deje conciliar el sueño, más que nada porque la situación es tan crítica que nuestros propios vecinos fuerzan las entradas de las tiendas en busca de una lata de garbanzos oxidada o cualquier conserva que, aun caducada, pueda ofrecer el fin de alimentar al organismo.
Los obesos son ahora esqueletos recubiertos de una fina capa de piel, los más amables del antiguo barrio ahora destruido son los más tacaños del actual campo de batalla, incapaces de ofrecer ni un gramo de pan, los ateos se han hecho creyentes convirtiéndose a Dios con la esperanza de que nos salve, pero los días pasan y nadie nos salva. Lo sé, nadie nos va a salvar.
El punto del no-retorno
Mi paso era acelerado, con prisas. Mi respiración era entrecortada a causa del miedo que me invadía, una sombra se cernía a mis espaldas. Pude visualizar que tenía algo en la mano cuando giré un poco la cabeza, pero no quise mirar más, mi temor era mayor a ello. Después de recorrer unas cuantas calles y cruzar un par de pasos totalmente desiertos a tan altas horas de la noche la sombra habló con claridad, me deslumbró una voz de ultratumba:
- ¡Nunca!
Busqué correr más rápido para alejarme pero no me duro bastante el intento, algo me golpeo con fuerza en el tobillo y caí. La sombra se abalanzó sobre mi y pude diferenciar al ser sobrenatural que tenía delante, a escasos centímetros de mi cara, soltando un aliento frío que me dejaba sin habla. Delante tenía a alguien que siempre había subestimado, alguien de que tachaba la real existencia. Pero existía. La parca, la muerte, el cazador de cuerpos.
- Me da que ha llegado tu hora, querida.- me susurró.
- No…
- Estás muy baja de insulina. Relájate y disfruta de la muerte.
- David…
- Estará bien, tu marido se las apañará.
Los ojos se me fueron entrecerrando, como última visión tuve la esquelética cara de aquel que en parte me quitaba la vida. Intenté llorar pero las lagrimas ya no acudían a mis ojos, quizás ya yacía difunta en el suelo. Quien sabe… Si hubiese vuelto en taxi, quizás…
dimanche 3 août 2008
Seduceme un tequila
- Creo que ya has bebido bastante. ¿No prefieres un vaso de agua?
- ¿A caso el agua distorsiona las penas? Sírveme otra copa.
- No estoy autorizado a ello, mírate... tienes las mejillas enrojecidas y a penas articulas bien lo que dices.
- ¿A que hora cerráis?- pregunté, ante la sorpresa del chico que no sabia porque cambiaba de tema de forma tan rápida.
- De aquí a media hora, a la una.
- Uf, mierda.- resoplé.
- ¿Que sucede?
- Pretendía quedarme aquí hasta que volviese a estar bien, no tengo coche y mucho temo que si intento volver con autobús a mi piso, me perdería por el camino.
- Puedo decirle a alguien que te lleve, ¿donde vives?
Empecé a reír de forma descontrolada, tal y como haría una borracha y intente contestarle:
- ¡No lo sé!- seguí riendo con fuerza.- Ums, espera... creo que...- cambié mi voz introduciendo un toque de seducción y acercándome peligrosamente a la oreja del apuesto camarero para susurrarle al oído.- creo que vivo en tu casa. ¿Me llevas?
Supongo que le calenté porque empezó a respirar entrecortadamente. Los recuerdos a partir de ese momento son algo difusos, tan solo sé que acabé en un apartamento amplio, con una cama de lujo y que, oh dios, esa noche grité como nunca.