dimanche 9 novembre 2008

Será que nunca olvidamos

Este poema tiene dedicación. Me duele, pero, que la persona a la que va dedicado no lo pueda disfrutar, quizás sí, quizás desde donde yazcan sus cenizas sonríe si ve uno de estos tenues versos, quizás incluso su alma (puesto que dicen que la energía suele mantener vida, inmortalidad) ha fallecido por alguna causa.
Sea donde sea que este, donde se encuentre, solo puedo esperar que se encuentre bien.
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No ha vuelto a crecer flor en el rosal,
los pétalos parecen marchitos,
y la blanca nieve que cubre nuestros ojos,
no es más que un tupido velo de dolor.
Los ángeles lamentan con gritos y bramidos,
sus alas en la soledad se desploman y caen,
como una precipitación más, no renacen,
como una suplica, son la población que llora,
y en vez de esperanza nos traen sufrir,
más pena.

Recuerdo con melancolía unos rizos castaños,
antaño, con el viento, solían ondear,
a través del aire viajaban entre mis dedos,
y la lucidez de tu sonrisa los acentuaba más.
Ahora reposan entre satín negro,
quietos, sin vida, parecen callar,
sobre la almohada que yace bajo tu nuca.
Tus leves suspiros no marcan ya un compás.


No caben dudas
[ni sueños, ni ilusiones]
de que la vida no es eterna,
que la piel es mortal.
El corazón siempre para de latir.
No existen confusiones
[ya nada puede ir más mal]
el brillo de tus ojos se ha perdido,
en la hierba seca del negro rosal.
Todos debemos morir.
Querida mía, descansa en paz.


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