lundi 4 août 2008

El punto del no-retorno

Mi paso era acelerado, con prisas. Mi respiración era entrecortada a causa del miedo que me invadía, una sombra se cernía a mis espaldas. Pude visualizar que tenía algo en la mano cuando giré un poco la cabeza, pero no quise mirar más, mi temor era mayor a ello. Después de recorrer unas cuantas calles y cruzar un par de pasos totalmente desiertos a tan altas horas de la noche la sombra habló con claridad, me deslumbró una voz de ultratumba:

- ¿Por qué no te quedas quieta? ¿Por qué no paras de correr, Roxanne?- me causó un shock terrible cuando dijo mi nombre con fuerza y decisión. ¿Cómo coño sabía…?

- ¿Cómo sabes mi nombre? ¿Quién eres?

- He preguntado yo primero.- replicó.

- No me paro porque no quiero.

- No paras porque tienes miedo.

- ¿Y que quieres que tenga si no se ni quien eres y me estás persiguiendo?- mientras caminábamos de forma rápida seguíamos intercambiando palabras, frases, preguntas. Y aun no sé como mi voz no se había quedado acallada por la situación.

- Quizás sea tu amigo.

- Lo dudo, conozco demasiado bien a mis amigos. Reconocería su voz.

- Quizás sea David, tu marido.- segundo shock, ¿Cuántas cosas más de mi podría saber?

- ¡Para de meterte en mi vida!, ¿que te importa a ti la gente que yo conozco?

- Mucho, me sirve para asustarte, cariño.- y se tomaba la libertad de llamarla de forma afectiva cosa que aun la atemorizaba de más. Quizás no tendría que haber salido tan tarde a la calle, quizás tendría que haber vuelto en taxi o acompañada.

- ¿Qué quieres?- y mientras decía esto saqué la cartera, a rebosar de dinero y se la ofrecí tendiendo la mano hacia atrás.- Si te doy esto, ¿me dejarás tranquila? Acepta, por Dios, seguro que quieres dinero. Aprópiate de el y déjame.

- No quiero eso, te quiero a ti.- la sangre se me heló por completo, ¿era quizás un violador? ¿Un secuestrador? Estaba hasta el colmo de rodeos, quería saber con que clase de persona trataba, que le depararía en escasos momentos si él la alcanzaba.

- No me viole por favor, respete a una mujer inocente, jamás fui cruel con nadie, jamás traicioné. No me secuestres tampoco, mi familia no tiene dinero, nadie te podrá pagar una cantidad considerable. Sé comprensible.

- Tienes motivos para que yo esté aquí. Y si piensas lo sabrás.

- ¿Yo, motivos? Yo no he hecho…

- No te has inyectado la Insulina esta mañana.- me cortó mi frase.

- ¿Y que más te importa a ti eso?

- Gírate y lo sabrás.

- No.

- ¡Gírate!

- ¡Nunca!

Busqué correr más rápido para alejarme pero no me duro bastante el intento, algo me golpeo con fuerza en el tobillo y caí. La sombra se abalanzó sobre mi y pude diferenciar al ser sobrenatural que tenía delante, a escasos centímetros de mi cara, soltando un aliento frío que me dejaba sin habla. Delante tenía a alguien que siempre había subestimado, alguien de que tachaba la real existencia. Pero existía. La parca, la muerte, el cazador de cuerpos.

- Me da que ha llegado tu hora, querida.- me susurró.

- No…

- Estás muy baja de insulina. Relájate y disfruta de la muerte.

- David…

- Estará bien, tu marido se las apañará.

Los ojos se me fueron entrecerrando, como última visión tuve la esquelética cara de aquel que en parte me quitaba la vida. Intenté llorar pero las lagrimas ya no acudían a mis ojos, quizás ya yacía difunta en el suelo. Quien sabe… Si hubiese vuelto en taxi, quizás…

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