vendredi 22 août 2008

Cuando

Dime que debo hacer cuando mirar hacía adelante no sea suficiente

Una de mis manos golpeó a la mesa, provocándome un golpe que evolucionaría en un feo hematoma. Rabia, el sentimiento opuesto a la esperanza que, estando tu a mi lado, me invadía entregándome la paz en noche y día.

Cuando recuerde que me enseñaste a amar, pero jamás a olvidar

Las lágrimas brotaban de mis ojos como fuentes de agua pura, que resbalaban por mis mejillas y rozaban las comisuras de mis labios, sedientos de dolor. Buscaba esquinas en las que acurrucarme y probar la relajación, las manos, apoyadas en mis rodillas, temblaban con temor por el frío de la desesperanza. Y del sueño del tenerlo todo, me ha quedado más bien nada.

Cuando por mi mente pasen tantos bellos momentos

Me abatí contra un cristal y cuando quise ver mi reacción involuntaria ya era demasiado tarde, los nudillos habían traspasado el vidrio de la vitrina y fragmentos incoloros de este se habían adherido a mi piel, rasgándola con furia y haciendo que un líquido rojizo-oscuro acudiese a la abertura para, en vano, obstruirla y regenerar la piel.

Cuando me dé cuenta que ya no estás aquí y todo haya perdido su valor

Mi cara se inundaba en agua salada mientras tiritaba por el frío que la tormenta exterior hacía entrar a la habitación por el ventanal, respiré hondo e intenté tranquilizarme pero no se bien si en aquellos momentos me conquistó la locura o quizás el amor degeneró en algo violento pero dejé de querer caminar, de tener el privilegio de hablar o de vivir, y solo en ese momento, quise morir.

Cuando intente matarme, y el puñal acierte diana

Corrí hacia el baño y me abalancé contra la estantería, palpé con ansias hasta encontrar unas cuantas cuchillas oxidadas, las mismas que tú utilizabas cuando aquí residías, las acerco a mis muñecas y disfruto del contacto escalofriante que producen en mí, acaricio mi piel con ellas, formando pequeños cortes que apenas llaman al líquido. Con la decisión tomada y cogida de la mano a la añoranza aprieto con fuerza y la sangre se escapa de las venas, corriendo en libertad por mi brazo que poco a poco dejo de sentir. Todo se vuelve borroso y confuso, todo desaparece ante un velo negro y vuelve a aparecer minutos después, con otra vista, con otro ser. Me visualizo estirada, pálida y muerta, me miro al espejo y no encuentro reflejo. Que gran gracia la de ser ángel.

Y por si algún día me recuerdas, entre los blancos almohadones del cielo, yo te esperaré

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