Pedí el sexto tequila con la voz temblando, tenía la cara roja de tanto alcohol y las calores eran extremas. El camarero se negó a servirme nada más:
- Creo que ya has bebido bastante. ¿No prefieres un vaso de agua?
- ¿A caso el agua distorsiona las penas? Sírveme otra copa.
- No estoy autorizado a ello, mírate... tienes las mejillas enrojecidas y a penas articulas bien lo que dices.
- ¿A que hora cerráis?- pregunté, ante la sorpresa del chico que no sabia porque cambiaba de tema de forma tan rápida.
- De aquí a media hora, a la una.
- Uf, mierda.- resoplé.
- ¿Que sucede?
- Pretendía quedarme aquí hasta que volviese a estar bien, no tengo coche y mucho temo que si intento volver con autobús a mi piso, me perdería por el camino.
- Puedo decirle a alguien que te lleve, ¿donde vives?
Empecé a reír de forma descontrolada, tal y como haría una borracha y intente contestarle:
- ¡No lo sé!- seguí riendo con fuerza.- Ums, espera... creo que...- cambié mi voz introduciendo un toque de seducción y acercándome peligrosamente a la oreja del apuesto camarero para susurrarle al oído.- creo que vivo en tu casa. ¿Me llevas?
Supongo que le calenté porque empezó a respirar entrecortadamente. Los recuerdos a partir de ese momento son algo difusos, tan solo sé que acabé en un apartamento amplio, con una cama de lujo y que, oh dios, esa noche grité como nunca.
- Creo que ya has bebido bastante. ¿No prefieres un vaso de agua?
- ¿A caso el agua distorsiona las penas? Sírveme otra copa.
- No estoy autorizado a ello, mírate... tienes las mejillas enrojecidas y a penas articulas bien lo que dices.
- ¿A que hora cerráis?- pregunté, ante la sorpresa del chico que no sabia porque cambiaba de tema de forma tan rápida.
- De aquí a media hora, a la una.
- Uf, mierda.- resoplé.
- ¿Que sucede?
- Pretendía quedarme aquí hasta que volviese a estar bien, no tengo coche y mucho temo que si intento volver con autobús a mi piso, me perdería por el camino.
- Puedo decirle a alguien que te lleve, ¿donde vives?
Empecé a reír de forma descontrolada, tal y como haría una borracha y intente contestarle:
- ¡No lo sé!- seguí riendo con fuerza.- Ums, espera... creo que...- cambié mi voz introduciendo un toque de seducción y acercándome peligrosamente a la oreja del apuesto camarero para susurrarle al oído.- creo que vivo en tu casa. ¿Me llevas?
Supongo que le calenté porque empezó a respirar entrecortadamente. Los recuerdos a partir de ese momento son algo difusos, tan solo sé que acabé en un apartamento amplio, con una cama de lujo y que, oh dios, esa noche grité como nunca.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire